jueves. 28.03.2024

Negociaciones con Rajoy tras el 26J

Recuperados de unas urnas sorprendentes tras hablar en ellas un silencio que no abría la boca ni para las encuestas, comienzan las reuniones y discursos de los elegidos, que se irán desdiciendo en menos tiempo del que duraba “un pastel a la puerta de un colegio” cuando también éramos pobres, pero antes de haber

Recuperados de unas urnas sorprendentes tras hablar en ellas un silencio que no abría la boca ni para las encuestas, comienzan las reuniones y discursos de los elegidos, que se irán desdiciendo en menos tiempo del que duraba “un pastel a la puerta de un colegio” cuando también éramos pobres, pero antes de haber flotado entre burbujas.

 

Aquí nos dedicamos a pinchar en hueso para no matar, pero hasta el tuétano para dañar a cualquier poder, que es siempre sinónimo de peligro. Por eso, en medio de la libertad desigual prefiero parar en esos detalles detrás de los cuales, dicen, se oculta el diablo. Veamos.

 

Rajoy recibe en el Congreso en lugar de La Moncloa.

Se trata de un asunto que no se ha destacado lo suficiente y sobre el que tampoco se ha investigado su porqué, pues no he oído explicación oficial alguna y no parece que haya albañiles en Palacio. Rajoy, el único con más votos y diputados que el 20D, rebaja las formalidades, quien lo diría tras la noche de los besos y los botes. Descarto que, pudiendo ser el padre de cualquiera de ellos, también “tuvo” una “niña” que seguro que recuerdan, pretenda embaucarlos con este caramelo tan barato.

 

Me molestó mucho que tras el 20D convocara en La Moncloa, pues allí vivía pero para las “funciones” y en aquellas reuniones solo era un presidenciable más, que al final ni eso. Pero lo que me indignó fue que ninguno de los otros tres tuviera los arrestos necesarios para negarse en redondo a hablar con Rajoy en cualquier sitio que no fuera el Congreso, donde todos parecen diputados rasos. Como si en democracia las formas no fueran decisivas. Sinceramente, en aquel trance esperaba más de Pablo, siempre el más atrevido a la hora de decir lo que le parece. A veces pienso que, en su interior, se esconde uno de esos que solo se atreven con quienes suponen débiles, y que se arrugan ante los fuertes.

 

Rajoy entrega a los demás una copia del programa electoral del PP.

 

La mini legislatura pasada no fue precisamente la del intercambio de documentos y, en mi opinión, solo desaparecen los papeles de la escena política cuando suenan los cañones, que hubo quien dijo que la guerra era la política por otros medios, o viceversa. Pido disculpas, porque también algunas mayorías absolutas se parecen mucho a la violencia y los papeles siempre están medio mojados. Regresando a lo más reciente, ni siquiera PSOE y C’s se preocuparon de difundir demasiado el texto que firmaron para la investidura fallida, señal de que ni ellos ni los periodistas estaban convencidos de sus posibilidades de futuro.

 

La verdad es que el “documento” que ayer entregó Rajoy es un insulto, pero quizás los otros tres deberían fijarse más en lo que puede significar para la estrategia negociadora que en lo que contiene. Se me ocurre que pueden aprovechar la ocasión para poner cada uno su pliego de condiciones sobre la mesa y, una vez abiertos y leídos todos, si no fueran capaces de entenderse podrían llamar a una mano inocente y arbitral, infantil aunque fuera, para que sumara los parecidos y ordenara la solución más lógica, aunque fuera transitoria. ¿O acaso no estamos metidos en una transición desde el bipartidismo hacia otra cosa? De esta forma evitarán que los del PP puedan decir que solo ellos ofrecieron algo para negociar, porque Rajoy era el único que “sí quería gobernar”, como aprovechó para declarar también ayer, y con una voz más solemne de lo habitual.

Pero si no hay ni niño que se atreva a calcular, Merkel estará encantada de enviarnos a un administrador para este Concurso de Acreedores que es España.

 

Al de Pontevedra no le discutiremos que, en el fondo, sea este su deseo y con él mismo “presidiendo” pues, de hecho, es el único en democracia que sigue insistiendo contra viento, crisis y marea. Suarez y Zapatero supieron dimitir. Gonzalez convocó elecciones anticipadas, quizás para perderlas contra el PP a la vista de lo que propone hoy porque, dicho sea de paso, disponer de un peluquero en exclusiva por diez mil € al mes, como el también socialista Hollande, no será nunca posible con una izquierda dividida por la mitad. Y para reconstruir los caminos hacia un paraíso al 50% con la derecha heredera hace falta mucho disfraz. Y el que nos faltaba, Aznar, cumplió su palabra de dos veces y no más. Cuando se arrepintió ya fue tarde y aún le dura el mosqueo. Pero Rajoy no. Él no puede consentir que, estando “arriba”, no añadiremos “España”, pueda presidirla ningún otro ser vivo, ni siquiera de los de su propio partido. También sabemos todos que Franco seguiría en la cima del infierno que encendió si nos hubiera salido inmortal como Satanás. Para esto de mandar a cualquier precio, tanto en dictadura como en democracia, tendremos que inventar una palabra nueva, sin olvidar que se trata de un vicio común a dos paisanos.

 

Veo a Rajoy e Iglesias más preocupados que Sánchez y Rivera. Aunque parezca mentira, los dos que mejores resultados han conseguido en poder parlamentario real si lo comparamos con lo que traían del 20D, son los que parecen más incómodos en la situación actual. Para psicoanalizar la tensión contenida de Iglesias durante la rueda de prensa tras su reunión con Rajoy. Partiendo del hecho incuestionable de que las encuestas se equivocaron, el pesimismo que progresa en el aún presidente y que se consolida en el de Podemos me hacen pensar que, además, el resultado de las urnas podría esconder mucho veneno en diferido.

 

Conclusiones, “a fecha de hoy”.

De “hoy”, porque cualquiera especula más allá de 24 horas, que a Sánchez ya le dicen lo de “Rajoy, de entrada no”, que duro es tener un pasado, pero que poco se atreven a construirlo Iglesias y Rivera con los inevitables requiebros a que obliga la política.

 

Salvo sorpresa mayúscula en forma de dimisiones de Iglesias y/o Rajoy, que nos tienen la coyuntura política encerrada en una botella vacía y con menos aire cada día, caminamos hacia un gobierno consentido y en precario del PP. Sería mejor que unas nuevas elecciones, pero esta solución incluye dos derivadas perniciosas: En primer lugar, seguirían más blindados de lo deseable todos los presuntos delincuentes que se ocultan en esa organización frente al avance de la Justicia. Para muestra, el fiscal general decidiendo hoy mismo no investigar al conspirador Fernández Díaz. Y también se concedería de nuevo a Rajoy, y ya serían tres, el privilegio de gobernar en medio de una nueva campaña electoral, cuando llegue. Se trata de un detalle no menor que afecta siempre a las urnas, se pretenda o no.

 

Resulta difícil de comprender como es posible que tres líderes jóvenes que suman 188 escaños no sean capaces de pactar el escenario inicial de una transición inevitable. En su contra tendrían 137 de un PP que no conseguirá ni un solo apoyo más y que, desnudo, tendrá que dedicar más tiempo a responder de su pasado y su dinero que a la política.

 

Comprendo el pavor que, más que miedo, produce la economía que ha dejado Rajoy y que, a pesar de la favorable coyuntura mundial, es mucho más débil frente a una crisis futura que la que recibió de Zapatero. Más deuda pública, menos hucha de la Seguridad Social y sanción de Europa contra España, por poner los tres primeros ejemplos que vienen a la cabeza. //Comprendo también las dudas y diferentes posiciones a la hora de abordar el tema de Cataluña, pero algunos hechos relevantes y recientes hacen pensar que a todas las partes les podría convenir un paréntesis, sobre todo si saliera el PP del gobierno. A fin de cuentas, sueña todo aquel que piense que este problema pueda quedar, algún día, resuelto para siempre.

 

Pero si todo sigue igual, es lógico que haya gente que piense que no son más que excusas de cobardes las dificultades para ponerse de acuerdo a la hora de abrir la puerta de un futuro que nunca más volverá dividido en dos cómodas mitades. Entonces es cuando podrían creerse la falacia de quién se atreve y quién no a lo de gobernar. Algo de eso también debió pasar el 26J, y quizás deberían tenerlo en cuenta los tres que salieron trasquilados.

Negociaciones con Rajoy tras el 26J