jueves. 28.03.2024

Hasier Larrea está en guerra con el espacio. No con el cosmos, sus galaxias y planetas, sino con el desperdicio de valiosos centímetros y metros cuadrados en los cada vez más reducidos apartamentos que habitamos en las ciudades. “Vivimos en lugares cada vez más pequeños –dice este ingeniero industrial donostiarra–. La población crece año tras año. En la próxima década, 600 millones de personas se mudarán a ciudades en China e India. Y el coste del metro cuadrado no deja de aumentar”.

 

Por primera vez en la historia, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas. Y, según las Naciones Unidas, para 2050 un 70% de la población habitará en ciudades. Ante este panorama, muchos arquitectos imaginan edificios más hacinados y menos confortables. Hasier Larrea no lo ve así. Para este joven investigador de 28 años del Media Lab del MIT, la solución va por otro lado. “Los arquitectos vienen haciendo lo mismo desde hace mucho tiempo: los espacios donde vivimos y trabajamos son diseñados a partir de lo que hacemos en ellos. En el dormitorio dormimos.

 

En la cocina cocinamos”, cuenta a Sinc en las blancas oficinas de una empresa que primero se llamó MorphLab y ahora se conoce como Ori Systems en Cambridge, Estados Unidos. “Necesitamos repensar la manera en que diseñamos los espacios en los que vivimos y también cómo nos relacionamos con ellos. Es el espacio el que tiene que adaptarse a nosotros. No nosotros a ellos”, sostiene.

 

Origami urbano

En su investigación en el grupo Changing Places del MediaLab, Larrea se dio cuenta de que en realidad no necesitamos tanto espacio como creemos. Ya lo tenemos. Solo que está ocupado por objetos –camas, mesas, sofás– que, luego de ser utilizados, estorban. “Los espacios urbanos son muy valiosos para que permanezcan estáticos”, dice Larrea, elegido recientemente por revista Forbes como uno de los 30 ingenieros de menos de 30 años que están reinventando la industria. Según él, la única manera de hacer que un espacio parezca dos o tres veces más grande es a través de la robótica. “Con sistemas automatizados, conseguiremos que se conviertan en espacios dinámicos e inteligentes.

 

A este nuevo paradigma lo llamamos arquitectura robótica”. Junto a su equipo de ingenieros y con la ayuda del diseñador suizo Yves Béhar del estudio Fuseproject, Larea desarrolló Ori (del japonés, ‘plegar’, como origami), un sistema que permite que muebles, gabinetes y paredes se vuelvan movibles, que cambien de forma dependiendo de las necesidades y actividades del usuario. Arquitectos y diseñadores de interiores han experimentado durante años con los llamados espacios reconfigurables. El problema es que plegar camas y mesas suele ser muy trabajoso para muchas personas. Y terminan cansándose. “Requiere mucho trabajo –explica el investigador, que llegó a EE UU hace más de cinco años, tras su paso por la Universidad de Navarra–.

 

La transformación debe ser sin esfuerzo, mágica. Lo pensé al principio como ‘muebles con superpoderes’. Imaginemos poder mover con un gesto o un simple touch camas, armarios, paredes”. Así, con solo presionar un botón, lo que era una habitación para dormir se transforma físicamente en segundos en una sala o en una oficina, maximizando el uso de esos espacios.

 

Con un gesto, la cama se desliza bajo un módulo dejando espacio libre para la sala de estar. Gracias a su tecnología –sensores, actuadores, electrónica y software– una unidad o microestudio puede parecer hasta tres veces más grande. “No nos costará adaptarnos porque, de hecho, la arquitectura robótica ya está entre nosotros, en nuestras casas –señala Larrea–. La puerta del garaje es el gran ejemplo de este cambio de paradigma”.

 

Apartamentos programables

“El buen diseño de tecnología es el que predice y aprende del comportamiento humano y remueve la complejidad de la vida –dice el diseñador y emprendedor Yves Béhar–. Lo que hace Ori es maximizar la funcionalidad de un espacio. El mundo no ha visto nada como esto”. La arquitectura robótica aumentará las capacidades de nuestros espacios y también cómo nos relacionamos con ellos.

 

Sus impulsores imaginan ya entornos capaces de comprender nuestras emociones y reaccionar frente a ellas. Junto al movimiento del llamado ‘internet de las cosas’, este sistema además podría hacer que el termostato se encienda antes de llegar a casa o que sus luces y fragancias se adapten automáticamente a nuestras necesidades. “Viviremos en apartamentos más pequeños pero confortables, con un uso eficaz del espacio y que consumirán mucha menos energía y agua”, asegura Kent Larson, director del grupo Changing Places del MIT MediaLab. Por el momento, el equipo dirigido por Larrea ya cuenta con cuatro apartamentos con paredes robóticas en Boston. Los alquilan por Airbnb y ya están siendo habitados.

 

El próximo paso es implementar nuevos sistemas en Seattle y Washington. “Con estas tecnologías podremos programar nuestras casas de igual manera que hacemos con los ordenadores –señala Larrea–. En un futuro podremos descargar aplicaciones para nuestro hogar como lo hacemos hoy en nuestros teléfonos móviles”.

 

Fuente artículo: Sinc

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