miércoles. 17.04.2024

"Lo nuestro es una cuarentena constante. Cuando llevas aislado toda tu vida ya te acostumbras". Es lo primero que responden las apenas diez personas que, durante el invierno, residen habitualmente en la isla de Ons cuando les preguntan por el confinamiento decretado en España ante la expansión del coronavirus.

 

Este archipiélago, que desde hace casi veinte años está integrado en el Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia, es una 'rara avis' en la Comunidad gallega. Sin estar conectado al continente, tiene residentes.

 

O como ellos prefieren llamarse: colonos, porque ya estaban allí cuando las autoridades se fijaron en el potencial natural de este enclave y pusieron trabas a su, hasta entonces, tranquila vida diaria.

 

Para ellos, el COVID-19 es solo una amenaza distante. Saben de la pandemia por familiares o amigos que residen fuera de la isla.

 

O por el sonido que les llega de esas televisiones y radios que rompen de vez en cuando la paz y serenidad de la que gozan. Porque sí, en Ons, a pesar del caos que parece haberse apoderado del mundo, la gente vive tranquila.

 

"La gente en la isla apenas lo nota. Están en sus casas y son felices", explica a Efe la portavoz de los vecinos de Ons, María Pérez, que por motivos laborales está actualmente en Bueu, el municipio pontevedrés al que pertenece la isla.

 

Asegura estar en contacto permanente con las personas que, a pesar de la alerta sanitaria, no quisieron abandonar sus hogares. Como Cesáreo y Victoria, un matrimonio que lleva toda una vida residiendo en la isla.

 

O una joven que, con poco más de veinte años, decidió ocupar la casa que, un día, fue de sus abuelos y alejarse del bullicio de las grandes urbes. Los dos guardas forestales que vigilan el parque nacional van a verlos de vez en cuando por si necesitan algo, asegura María Pérez, pero por ahora no han tenido que asistirles.

 

"Ya están acostumbrados a vivir en condiciones duras", recuerda, entre otras cosas por las apenas ocho horas al día que tienen electricidad, cuatro por la mañana y cuatro por la noche. Aunque el personal del parque -que cambia cada semana y cuyo relevo llega en la única lancha autorizada- les ha dado instrucciones sobre cómo actuar en esta situación de confinamiento, lo cierto es que la vida de los habitantes de Ons poco ha variado.

 

"Nosotros aquí tenemos de todo y de hambre no nos vamos a morir", reiteran los residentes cada vez que les preguntan si necesitan alimentos. Casi todos tienen huertas alrededor de sus casas y, además, subsisten a base de lo que ellos mismos capturan en las aguas que bañan la isla, ricas en pescados y mariscos. "Es lo que siempre hemos hecho", añaden.

 

A pesar de que por norma no pueden salir del recinto de sus casas sí se les permiten pequeños paseos por la isla "para estirar las piernas". Eso sí, sin tener ningún contacto entre ellos. "Si dos personas se ven a lo lejos, una tiene que dar media vuelta", señala la portavoz vecinal. Y, por supuesto, todos los lugares de reunión están cerrados a cal y canto.

 

A Ons solo se puede entrar o salir en barco. Y, actualmente, la línea regular que une la isla con Bueu -y en verano con otras localidades como Sanxenxo y O Grove- está suspendida.

 

Su responsable, María Jesús Otero, explica que estos movimientos están "totalmente prohibidos" y ni siquiera ella, que tiene casa y un bar en la isla, puede desembarcar. "Ahora mismo no puedo llevar a nadie. Ni aunque tengan vivienda en la isla", subraya a Efe, preocupada además por el efecto que esta crisis tendrá en la temporada estival porque entiende que "si esto llega al verano, nos hunde".

 

Los escasos negocios que hay en Ons "vivimos 100% del turismo", reconoce María Jesús, y en esta situación "tenemos todo parado", entre otras instalaciones, el flamante camping estrenado hace poco para acoger a los miles de visitantes que la isla recibe en temporada alta.

Confinados en una isla... pero felices