martes. 23.04.2024

Toño, fontanero vocacional; Tarsicio, sucesor de una familia pegada al oficio

Toño repara un atasco en un tubo, en una casa de una familia con tres hijos. Chicho, que en realidad se llama Tarsicio, como su padre, recoge pedidos: unos se han quedado sin agua. Otros, pasan frío. Son fontaneros. El primero, empleado. El segundo, tiene la misma profesión que toda su familia.

Toño repara un atasco en un tubo, en una casa de una familia con tres hijos. Chicho, que en realidad se llama Tarsicio, como su padre, recoge pedidos: unos se han quedado sin agua. Otros, pasan frío. Son fontaneros. El primero, empleado. El segundo, tiene la misma profesión que toda su familia. Un oficio imprescindible como el de ellos no consiste sin más en arreglar tuberías y grifos que gotean.

 

La formación es su garantía. Necesitan estar constantemente al día puesto que con gran frecuencia surgen nuevos sistemas que mejoran la calidad de las instalaciones y deben conocerlos para no correr el enorme riesgo de quedar fuera del mercado. Tarsicio Montenegro Cervelo, de 51 años, es el hijo menor de los tres que tuvo con su esposa Tarsicio Montenegro Goy, ambos ya fallecidos.

 

"No habrá más. Estoy casi seguro.En los papeles oficiales tengo que deletrear. Y ni así, oye. Después me veo como Tárbulo y semejantes. Por eso simplemente yo soy Chicho", dice en una conversación con Efe, con altas dosis de humor, el último de los descendientes de Montenegro Goy, el llamado a defender, "como pueda", su nombre. Y su negocio. "Saneamientos Montenegro. ¿Dígame?, ¿en qué podemos ayudarle?" suena al otro lado. Es Chicho.

 

Contesta desde el bajo familiar, que ocupa una tienda de suministros que no siempre existió. Chicho está ahí para atender las llamadas que se producen en este confinamiento, por las urgencias que se puedan presentar. Hace ahora un poco de todo. Este local, situado en la Avenida de Monforte, nació en 1972.

 

En aquel entonces, ya Tarsicio padre era un veterano. Prueba de ello, su estreno, que se remonta a 1942, tres décadas antes. Tenía catorce años. Cuando José Antonio decidió seguir los pasos de su progenitor, en 1965, apenas había soplado 11 velas. En cuanto el establecimiento empezó a funcionar, fue el turno de Avelina, la única hija de Montenegro Goy.

 

Ella empezó a dedicarse a los números, a la contabilidad, y a la atención al público. Chicho, que cursó empresariales, debutó en 1992 y Alfonso, su sobrino, el hijo de Avelina, que estudió un módulo de FP de Administración y Finanzas, engrosó la lista en 2004.

 

Estos dos últimos, Chicho y Alfonso, de 35 años, son los que se quedarán al frente en breve, pues Avelina y José Antonio tienen muy cerca la jubilación. Los dos son conscientes de que, en el confinamiento, la gente aguanta porque existe el miedo a meter operarios en casa, pese a que cumplan con los sistemas de protección y extremen la higiene. Pero "no nos podemos quejar", explica Chicho. Son muy conocidos en el lugar. Fueron los primeros, los pioneros, y la clientela es fiel.

 

José Antonio Viqueira, Toño, es vocacional. Es de Val do Dubra, en A Coruña. Él no heredó el gusto por su ocupación profesional de nadie. Pertenece a una compañía local, Insatel, y está encantado con los jefes. Han tenido que ir a un ERTE, que ha supuesto que dos de los trabajadores se vayan a casa y los otros trabajen solo a media jornada, de nueve de la mañana a una de la tarde.

 

Sobrevivían dignamente por los hoteles, hostales, restaurantes y bares. Todo está parado en este momento en el que andan terminando las obras que pueden, a la par que se encargan de atascos, fugas, paradas de calderas, calentadores, termos eléctricos...

 

En viviendas particulares percibe Toño cierto temor, que ve lógico, y que aumenta cuando del mantenimiento de comunidades se trata. La pulcritud es la norma, ya antes, y ahora más si cabe. Su inicio fue a sus 23 años, no tan precoz como algunos de la pléyade de los Tarsicio. Y su nombre es común, pero no por eso su existencia es más tranquila. ¿La razón? La detalla.

 

¿Y si fuésemos repartiendo entre los hijos los nombres de sus respectivos tíos? Pensamiento de los suyos, los que le preceden.

 

El padre de Toño era José "a secas" y él lleva el Antonio, de su tío Antonio. Así, el resto. Los carteros se vuelven locos porque, como residen en la misma aldea, la correspondencia no todas las veces está en el buzón que debería. Y ello lleva a que consumado el reparto oficial, haya normalmente uno segundo, entre esta prole.

 

El abuelo de Toño, que ha auxiliado a una pareja de fotógrafos con tres niños antes de ponerse a contestar preguntas, era carpintero, su padre albañil, entre sus hermanos uno está en un almacén, otro es repartidor, otro trabaja en la seguridad de un hospital, otro es electricista y él, es fontanero.

 

José "a secas" siempre les inculcó que lo mejor era dedicarse a lo que uno quisiese. Y hacerlo bien. Toño tiene un hijo, con su mujer, Elena, que es peluquera, en la actualidad no en ejercicio. Hace poco ha estado en una gasolinera próxima a su hogar en la que únicamente habían surtido combustible a un camión. En la otra que hay en este núcleo, a dos coches.

 

Por eso solo pide "que podamos salir adelante, porque lo que nos ha ocurrido es como si estuviésemos volando y, de repente, nos cortasen las alas para aterrizar". En su WhatsApp tiene de foto a un conocido fontanero de Playmobil con herramientas. No es el más famoso del mundo, título que ostenta Super Mario Bros, bajito, regordete, bigotudo, valiente como ninguno y dispuesto a enfrentarse a cualquier peligro en el Reino Champiñón. ¿Por qué uno y no otro? Porque Mario se retiró, "cerca de la cuarentena".

 

A Toño no se le escapa nada. Este personaje de videojuegos ya no destapa cañerías. El diseñador Shigeru Miyamoto, una de las mentes maestras de Nintendo, desveló este detalle. Y otro más: lleva bigotes y sombrero porque era más fácil, en la época, que darle una boca y dibujarle cabello.

Toño, fontanero vocacional; Tarsicio, sucesor de una familia pegada al oficio