jueves. 28.03.2024

El vapeo ha pillado a todo el mundo por sorpresa. Creado hace una década en China, se ha difundido por Europa a través de EE UU y ha levantado una industria millonaria antes de que los gobiernos hayan tenido tiempo de legislarlo. En las calles de España han brotado las tiendas que venden equipamiento para vapear, incluso catas gratuitas. En 2009 había solo dos; ahora son más de 3.000 sin contar los estancos que también distribuyen estos productos. Los estanqueros confirman que se han vendido como rosquillas.

 

Además del dispositivo electrónico, venden botes de líquido recargable con diferentes cantidades de nicotina, desde 0 hasta 24 miligramos. Cada una de las cargas cuesta sobre los cinco euros y, de acuerdo con el fabricante “aguantan cinco veces más que un paquete de cigarrillos convencionales”. Estos líquidos están compuestos por cuatro ingredientes: glicerol, propilenglicol, nicotina y, para darle sabor, extractos de hierbas o alimentarios. Algunos de los compuestos imitan el sabor de marcas de tabaco. Pero en marzo saltó la primera gran alarma.

 

En el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña diagnosticaron un caso de neumonía lipoidea asociado al consumo de cigarrillos electrónicos. Es el segundo caso detectado en el mundo. La doctora Julia Tábara, responsable de la unidad de tabaquismo del hospital, declaró que este hombre, “de unos cincuenta años”, y que solía fumar unos cuarenta cigarrillos diarios, comenzó a usar el vapeador al ingresar en el hospital “por una patología no relacionada con el tabaquismo”. Los médicos descubrieron nódulos adiposos en sus pulmones y los achacaron a la glicerina vegetal presente en el líquido del cigarrillo electrónico. Tras abandonar su consumo, evolucionó bien y fue dado de alta, tras lo cual sigue fumando “tabaco convencional, aunque menos que antes”.

 

El primer caso de neumonía lipoidea se publicó en 2012. Se trataba de una mujer de 42 años que ingresó en el centro médico Legado del Buen Samaritano de Portland, Oregón, tras siete meses sufriendo respiración deficiente, tos y fiebre subjetiva. Estos síntomas coincidían con su adopción del cigarrillo electrónico. Su historial mostraba enfermedades anteriores como asma, artritis reumatoide, fibromialgia, trastorno esquizoafectivo e hipertensión. La mujer había estado medicada con medicamentos para la hipertensión, complejos vitamínicos, psicofármacos y además utilizaba un inhalador de albuterol para el asma.

 

Por lo demás, ambos casos compartían muchas similitudes en el diagnóstico y su asociación con el cigarrillo electrónico. El caso generó gran revuelo justo en un momento en que tanto el Congreso de los Diputados como la Unión Europea estaban decidiendo qué tratamiento había que darle a los cigarrillos electrónicos: si el del tabaco de toda la vida o el de los parches de nicotina.

 

Voces discrepantes en torno al vapeo Entonces comenzaron a aparecer las primeras voces discrepantes, algunas de ellas de otros médicos, que defienden el vapeo como método para dejar el tabaco argumentando que el glicerol, como su propia terminación indica, no es un lípido en sí mismo sino un alcohol que forma parte de algunos lípidos en combinación con los ácidos grasos. ¿Puede que el cigarrillo electrónico no actuara solo en este ‘crimen’, sino acompañado? ¿Acompañado por quién? Algunos sugieren que, en el primer caso de neumonía lipoidea, fue el ácido oleico, un excipiente del inhalador para el asma de la señora, lo que pudo aliarse con el glicerol para producir los triglicéridos que se acumularon en los pulmones.

 

Al mismo tiempo, representantes de los facultativos expresaron su preocupación ante la opinión pública. Fue el caso del presidente de la Organización Médica Colegial (OMC), Juan José Rodríguez Sendín, que achacó al glicerol el caso de neumonía lipoidea, y el del director de investigación en tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), Carlos Jiménez, que advirtió el pasado 13 de marzo que si se mantiene el consumo de cigarrillos electrónicos, “en poco tiempo se podrán diagnosticar más casos de neumonía lipoidea” debido al componente de la glicerina.

 

En un editorial de junio de 2012, la revista Chest, una de las más prestigiosas en medicina respiratoria, mencionaba un estudio realizado con fumadores sanos que medía los efectos en la función pulmonar a corto plazo. Tanto en resistencia al aire como en exhalación de óxido nítrico, los e-cigarettes mostraban valores similares a los del tabaco convencional.

 

También mencionaban otro estudio de 2010 en Tobacco Control, una revista del British Medical Journal, sobre la farmacocinética del transporte de nicotina en cigarrillos electrónicos, que decía “parecerse más a aquella de las terapias de reemplazo de nicotina [como los parches] que a la de los cigarrillos”. En cualquier caso, el editorial concluía diciendo que “claramente, se necesitan más estudios sobre los efectos a largo plazo de estos dispositivos, especialmente en pacientes con enfermedades respiratorias crónicas”.

 

La habitual cautela de los científicos contrasta con los mensajes en contra del vapeo que algunos médicos lanzan a la opinión pública. ¿Cómo lo tienen tan claro si no existen suficientes estudios al respecto? ¿Es razonable aplicar el principio de precaución a un producto que podría liberar a mucha gente de las garras del tabaco? Este tipo de preguntas estaban en las cabezas de los europarlamentarios, que, a mediados de marzo, revisaron la Directiva 2001/37 sobre productos del tabaco para incluir, entre otros, a los cigarrillos electrónicos.

 

fuente:SINC

Sin pruebas científicas sobre los riesgos del cigarrillo electrónico