martes. 19.03.2024

Relegados hasta no hace muchas décadas a vigilancia en viviendas de campo o a vagar sin mucho control por áreas alejadas, ahora los perros han adquirido un rol semejante al de un familiar más, el que les corresponde en el camino hacia su Estado del Bienestar.

 

Su plena incorporación a casas de núcleos urbanos ha llevado de forma automática a que sean partícipes del trasiego diario de calles y plazas.

 

Esa evolución ha conducido por la vía de la lógica a una demanda al alza de servicios para su atención y cuidado, pero la tendencia apunta de manera decidida a dotarles de calidad de vida. Empresas y entidades buscan responder a intereses habituales y a problemas temporales, como tener un lugar de plena confianza para alojar a la mascota en jornadas de vacaciones.

 

Abundan las residencias, como A Cova do Lobo, en Zas (A Coruña). Su menú es perfectamente equiparable al de una confortable casa de turismo rural: desde su ubicación en un "entorno natural privilegiado" con 30.000 metros cuadrados de espacio y trato con cariño: "Los perros están con nosotros a todas horas".

 

Los responsables del negocio proponen la recogida o su entrega a domicilio en vehículo con temperatura regulada, prestaciones previsibles como peluquería o una estancia "en libertad, sin correas y sin paseos".

 

Algunos colectivos buscan la mezcla perfecta entre bienestar del ejemplar y un guiño social. Es el caso de la asociación Ramalladas, creada en Vigo y que quiere "aprovechar a los perros como recurso para la atención y mejora de la calidad de vida de personas en situación de dependencia, fragilidad o con necesidades especiales".

 

La metodología que aplican al adiestrar a los canes se aplica en demencias, trastornos de conducta o problemas de daño cerebral adquirido. Son muchos los centros públicos y privados de Galicia que han recurrido a su labor, un mero ejemplo del amplio abanico formativo que también gira en torno al animal referente de la sociedad de este siglo.

 

La educación que se les brinda está llamada a estrechar el vínculo entre propietario y mascota, aunque también se aspira a una mejor integración en el ajetreo de la ciudad o su adaptación al medio de sus acogedores.

 

Desterrar para ellos el papel de secundarios también induce a plantearse la pregunta de qué ocurrirá tras la muerte. A fuego lento, Galicia se sube al vagón y ha incorporado en los últimos años a un grupo de establecimientos que no solventan un capricho, sino la inquietud de dar el final merecido a quienes ya no se puede tratar de cualquier manera.

 

Cremandogal asumió el reto y lidera desde Vigo un tanatorio con algo más de un año de singladura. Como en el adiós a un humano, la música se elige para la ocasión y la puesta en escena sitúa como meta el desafío de una despedida apartada de lágrimas. Más experiencia tienen en Galimascota, estratégicamente situada en Bergondo (A Coruña).

 

Su cartera de clientes se extiende por varios enclaves gallegos y desde hace cuatro años exhiben ataúdes adaptados o bolsas biodegradables para quien quiera optar por el entierro más convencional, salto que dan en "La vida es huella", en la cercana Culleredo: 60 euros al año por un hueco en su columbario.

 

Mucho antes de semejante trance, su ocio libra alguna batalla contra normativas como las relativas a la salud pública. Diseñar una escapada de fin de semana en tiempos de calor encuentra barrera infranqueable si la playa es una idea, ya que el listado oficial de arenales aptos para animales rebasa escasamente la decena, con la mayoría de ellos en la provincia de Pontevedra. En cambio, piscinas o masajes en hoteles de las Rías Baixas permiten pensar que lo logrado hasta ahora no será precisamente el último ladrido de las conquistas de los peludos. 

El camino hacia el Estado del Bienestar perruno