jueves. 28.03.2024

El brote de la COVID-19, detectado en un edificio de Santander, ha hecho brotar la indignación de buena parte de vecinos y comerciantes del barrio donde se ubica, que en algunos casos apuntan al "hundimiento" de sus negocios por el "estigma" que cree que ha causado este foco, de 14 positivos, en la zona. Sólo periodistas, agentes de la Policía Nacional y 'parroquianos' de los bares pasean estos días por la ancha calle de Nicolas Salmerón, una transversal entre la entrada y salida a Santander desde Bilbao, en la que se ve muy poco movimiento de coches y de personas.

 

Eso sí, todo el que pasa se queda mirando primero a las cámaras de televisión, que allí aguardan pacientes que se produzca alguna novedad, y al citado edificio, al que algunos curiosos hasta sacan fotografías, aunque raro es el momento en el que pasa algo fuera de lo común, ya que los vecinos ni salen a la ventana. En el portal, custodiado en todo momento por dos agentes de la Policía Nacinal, viven unas 80 personas en cuarentena, en sus 48 domicilios. Entre ellas 14 han dado positivo en coronavirus, aunque también se han hecho otras 300 PCR a comerciantes, empleados y vecinos de los números pares de esa calle -en la línea en la que está el inmueble- que han dado todas negativas.

 

No es fácil encontrar una persona que quiera hablar del brote de la COVID-19, ya que pese al soleado día que ha hecho hoy en la capital cántabra pasan pocas, y las pocas que transitan son reticentes a contar su experiencia, que en la mayoría de casos se nota por sus caras que es de hartazgo. "Nos estáis hundiendo", espeta una mujer que regenta un bar de esta calle a un periodista, lamentando que "nadie se acerca" al establecimiento y que la caja "está vacía", porque "todo el mundo" ya sabe donde está situado el foco, que de momento es el único registrado en Cantabria. Pero no sólo la prensa 'paga' los efectos del brote, también el poder ejecutivo en Cantabria.

 

Un vecino destaca lo preocupados que están viviendo esta situación quienes viven en esta calle, un desvelo que contrapone con la "despreocupación" de los políticos. "Podrían haber venido aquí a darnos una razón y decirnos cómo está el tema. Que vengan y nos den explicaciones, cortas pero sinceras", reclama este hombre, quien asegura que los vecinos se sienten "ninguneados" por los miembros del Gobierno regional (PRC-PSOE). Una señora, con lágrimas en los ojos, relata a Efe como tuvo que volver de Alicante al cerrar su hotel cuando se declaró la pandemia y se vio obligada a pasar el confinamiento con su hija en Bilbao.

 

Tras esa 'peripecia' pudo regresar a su casa, pero ahora ve cómo este cercano rebrote le vuelve a generar la "preocupación" que tuvo en el pasado por la pandemia, y ahora además estando sola. "Es ya lo último", afirma, antes de lamentar que el edificio se esté convirtiendo en "una atracción".

 

"En vez de ir a El Sardinero la gente viene a ver la calle. Me da una rabia (...), no hay más que pena", insiste. Esta vecina, que se ha hecho la prueba pero en su caso por cuenta propia y "pagando 70 euros", espera que "todo esto se acabe pronto" y vuelva la tranquilidad a la calle, situada justo detrás de la Consejería de Sanidad.

 

Desde ayer se están haciendo PCR a propietarios y trabajadores de establecimientos de los números impares -de la línea frente al edificio en cuarentena-, de los que aún no se sabe el resultado, y la única novedad de este martes en la calle ha sido la colocación de un contenedor a escasos metros de este portal, como ayer avanzó la alcaldesa, Gema Igual, que pretendía el Ayuntamiento.

 

Sólo un hombre tirando la basura del portal y un repartidor de alimentos dejando un pedido, han roto durante esta mañana la monotonía del edificio. De hecho, familiares, amigos o quien los vecinos permitan, son los únicos que pueden llevar a estas personas aisladas suministros, aunque la alcaldesa también dijo ayer que el Consistorio santanderino ayudaría "en lo que necesiten" a estos vecinos.

El brote de COVID-19 que indigna a un barrio que se siente "estigmatizado"