viernes. 29.03.2024

La gallega Teresa Romero trata de recuperar la normalidad que anhelaba en su vida diaria, donde las muestras de cariño hacia ella se suceden, y en el caso de hoy con flores amarillas y abrazos. Para alcanzar esa quietud, la primera contagiada de ébola fuera de África ha decidido salir este mediodía a dar un paseo por su pueblo natal, Becerreá (Lugo), acompañada en todo momento por su marido, Javier Limón.

 

A falta de quince minutos para que el reloj marcase las doce, ambos salieron por la puerta principal de la humilde casa familiar en la que reside Jesusa Ramos, la madre de Teresa, una vivienda en la que se aloja la pareja a la espera de que finalicen las labores de desinfección en su piso de Madrid. Todos los vecinos que se han cruzado con ellos les han sonreído sin cesar y han sido generosos con los abrazos.

 

No en vano, tras un largo mes de angustia por la lucha a brazo partido de la auxiliar de enfermería, entre la población de esta localidad gallega se percibe ahora mismo un agradecido sosiego una vez conocida la recuperación de la, -si así lo quiere-, futura hija adoptiva del pueblo. Teresa, bien abrigada para superar el frío de la montaña de Lugo y ayudada por una especie de bastón, dado que su debilidad todavía es evidente, ha caminado por la calle principal de Becerreá, que curiosamente es la Carlos III, el mismo nombre que recibe el hospital madrileño en el que ha estado ingresada. Como el amor todo lo cura, y ella lo sabe, su círculo íntimo se ha deshecho en halagos y atenciones.

 

Esta misma mañana, un mensajero ha timbrado en el domicilio de Jesusa Ramos y ha hecho entrega de un ramo de flores amarillas dirigido a su hija. Tanto Teresa Romero, que pretende recuperar fuerzas, como su pareja, Javier Limón, se muestran muy agradecidos por el trato, pero piden que se les conceda tranquilidad y descanso, después de haber comparecido ante la prensa en Madrid, primero, y en Galicia después.

 

Gastronomía y caminatas han ocupado su tiempo, y esta auxiliar de enfermería ya ha podido disfrutar de una de sus comidas predilectas, el caldo de su madre, así como de la empanada y de otras cosas ricas, tal y como ha relatado la propia Jesusa, que ha sido la cocinera. También ha tenido tiempo esta mujer, infectada por un virus que cambió para siempre su existencia, de volver a reencontrarse con los manantiales en los que tanto pensaba a lo largo de su estancia en el centro médico.

 

Tere, diminutivo cariñoso por el que la conocen sus suyos, quiere ganar poco a poco el resuello suficiente para poder encarar la otra batalla que ahora tiene por delante, la judicial, puesto que será el próximo lunes cuando comuniquen las acciones legales que emprenderán y los motivos por los cuales el matrimonio ha decidido recurrir a esta vía.

Flores amarillas y abrazos para Teresa en su pueblo