viernes. 29.03.2024

Sanitarios que batallan contra la covid: "mamá, no salimos desde septiembre"

Conchi Alonso, especialista del servicio de anestesia y reanimación, es una profesional que forma parte del amplio equipo que atiende a los pacientes más graves de la covid-19 y una mujer madre que ha escuchado por boca de su chiquillo: “Estamos aislados del resto. Mi hijo me dice: mamá, no hemos salido de casa desde septiembre".

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Conchi Alonso, especialista del servicio de anestesia y reanimación, es una profesional que forma parte del amplio equipo que atiende a los pacientes más graves de la covid-19 y una mujer madre que ha escuchado por boca de su chiquillo:

 

“Estamos aislados del resto. Mi hijo me dice: mamá, no hemos salido de casa desde septiembre". "Es muy duro", cuenta ella a Efe. No en vano, la tercera ola de la pandemia sigue causando un hondo agotamiento entre los profesionales sanitarios, que cada día batallan en primera línea para atender a los pacientes que llegan en estado crítico, trabajadores que siguen sin ver “la luz” después de un año de lucha incesante.

 

“Psicológicamente esto te mina, también por lo largo que está siendo en el tiempo”, comenta Alonso. Esta reflexión es compartida por el resto del profesionales que componen la unidad de Reanimación (REA) del Hospital orensano y que, desde que arrancó la pandemia, trabajan codo con codo con el personal de la UCI.

 

Aunque quizá menos conocida, la labor que desempeña la unidad de Reanimación (REA) es clave a la hora de atender a los pacientes que llegan en estado crítico al hospital, esto es, aquellos con politraumatismos y otro tipo de patologías, incluidos los casos covid. Pese a todo, dicen estar preparados para atender a los positivos, por ser un tipo de paciente que requiere de ventilación, algo que “no es desconocido” para ellos.

 

“Cuando la UCI se llena se ocupa la unidad de reanimación", explica Conchi Alonso, que resalta el trabajo “conjunto” que realizan ambas unidades para hacer frente a la sobrecarga asistencial, aunque ahora mejor preparados.

 

Cuentan con circuitos separados y los críticos están distribuidos en boxes situados en las unidades de UCI, Reanimación y la URPA (Despertar o Unidad de Reanimación Postquirúrgica), esta última reservada sólo para pacientes libres de covid. Todo se realiza con exquisita precisión. Los equipos se dividen el trabajo entre zonas “limpias” y covid, con total seguridad.

 

Un año después de iniciar su lucha contra el minúsculo patógeno, lo peor, añade Alonso, “es el cansancio físico y sobre todo, mental, de no ver el fin”, resume. A esta unidad, les llega “lo más duro, el paciente que está crítico, que hay que intubar, que hay que sedar y pronar”. Desde que arrancó la crisis sanitaria, sus compañeros y ella ven con preocupación la entrada continua de pacientes, muchos con insuficiencia respiratoria muy severa.

 

De hecho, una mayoría requirió ventilación mecánica y sedación. De momento, se mantienen expectantes a la espera de cómo evolucionen los datos. El pico de casos en estas unidades suele conocerse unos “diez días después” de alcanzarse el umbral de la curva de contagios.

 

Evitar que haya sobrecarga asistencial para no tener que posponer intervenciones se presume clave para estos trabajadores que invitan a la reflexión: “Parece que hasta que no nos toca en primera persona, no aprendemos”. La queja también es compartida por estos profesionales que opinan que la gente “colabora poco”.

 

“Es muy frustrante porque si ya es duro, en nuestro caso, lo vemos en directo”, prosigue Alonso, que como otros profesionales ha renunciado a disfrutar de la vida familiar y social, con normalidad. Eva Quintas, enfermera en la unidad de reanimación que lleva meses batallando con el virus también coincide con Alonso en el agotamiento después de meses de duro trabajo sin "ver la luz".

 

“El trabajo se multiplica por cien, al tener que llevar el Equipo de Protección Individual (EPI) constantemente”. Cada paciente que llega crítico requiere de la atención de dos enfermeras.

 

 

“Sólo el hecho de intubarlo, colocarle las vías y pronarlo, puede llevarnos tres horas y media”, explica. Por fortuna, “nos salva el compañerismo. Si no es inviable”, prosigue. Esta profesional, que sabe lo que es ver de cerca una vida “que se escapa”, resalta la labor de todos los profesionales, entre ellos, los anestesistas, que están acostumbrados a “intubar cien veces una semana”.

 

Por el momento, estas dos mujeres se aferran "con esperanza" a la vacunación como mejor “antídoto” para poner fin a los estragos causados por esta pandemia. “Estoy muy esperanzada, confío en que esto sea el principio del fin y que valga para salir de esto”, remarcan Alonso y Quintas, que recomiendan encarecidamente a la población seguir con las recomendaciones, una vez vacunados.

 

Entre las principales reflexiones que lanzan, señalan que queda mascarilla “para rato”, que la vacuna “no da la esterilidad” ya que aún puedes contagiar y también la necesidad de “que se vacune a la gente lo antes posible” para poder empezar a vivir cierta normalidad, concluye Quintas.

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