jueves. 28.03.2024

Hace justo un año se paró el tiempo en el barrio de la Torre, en la parroquia de Paramos, Tui (Pontevedra), cuando un almacén clandestino de material pirotécnico saltó por los aires, se llevó por delante decenas de casas y segó la vida de un matrimonio marroquí, dejando huérfanos a dos niños, el mayor hoy presente.

 

El escenario de la llamada zona cero de aquella explosión, cuya onda expansiva se sintió a decenas de kilómetros de distancia y que algunos confundieron con una bomba, sigue siendo estremecedor, aunque tras los trabajos de desescombro y preparación del terreno parece estar listo para empezar a renacer de sus cenizas. Una oportunidad que no tendrán Abdelkhalek el Bouabi Hailas y Ezzoura Bouadel, las dos víctimas mortales de la catástrofe, a quienes sus vecinos han rendido este jueves homenaje con una ofrenda floral y con la lectura de un manifiesto en español y en árabe.

 

A continuación, han plantado un roble como símbolo del renacer del barrio y en señal de agradecimiento por las muestras de solidaridad recibidas, "la única cosa buena" entre tanta tragedia. Son dos centenares de personas las que han desfilado en silencio con la música de fondo de "Over the Rainbow" hasta lo que queda de la casa del matrimonio desaparecido, un triste lugar en el que ha sido depositado un ramo de flores. El portavoz de la Unión Islámica de Galicia, Nourredine El Jabraouni, ha dado lectura a un discurso en el que ha agradecido el apoyo de vecinos y autoridades, a la par que ha felicitado el segundo cumpleaños a todos los supervivientes, antes de poner el punto y final con un "la vida sigue". Un imán ha leído unos versos coránicos ante todos los concentrados, con importante presencia de la comunidad marroquí.

 

El acto ha comenzado a las 16.23 horas, exactamente un año después de la explosión del arsenal pirotécnico de Francisco G.L., dueño de al menos otros dos almacenes clandestinos localizados y desmantelados por la Guardia Civil. Este empresario salió de prisión el pasado mes de marzo aunque con medidas cautelares, como comparecencias cada quince días y la retirada del pasaporte. Quienes vivieron más de cerca la explosión y aún hoy sufren sus consecuencias han relatado los sentimientos de "pánico, terror, dolor, angustia e incertidumbre" que aún los sobrecogen cuando reviven aquella fatídica tarde del 23 de mayo de 2018.

 

Han rememorado de hecho que hacía calor, que acababa de pasar un autobús escolar y que muchos vecinos dormían la siesta, otros apuraban el café y otros tantos estaban en sus trabajos, y cuando dieron las 16.23 horas se pararon los relojes. El susto inicial, "el auténtico horror de no saber qué pasaba", dio paso al "alivio" de conocer que "aquel vecino y el otro estaban bien", hasta que pasado un tiempo se confirmó "la tragedia más grande", la muerte de Abdelkhalek y Ezzoura, a cuyos niños, que se encuentran en un centro de acogida de la provincia, todos han enviado "un abrazo lleno de cariño".

 

Los habitantes de Paramos y también de la parroquia de Guillarei, constituidos en asociación de afectados, han destacado la "dura lucha" que han tenido que librar para superar los obstáculos que se encontraron en forma de "burocracia, falta de ayudas y la inexistencia de un precedente" por el que guiarse. Tras una serie de "incontables" reuniones con las diferentes administraciones y de manifestaciones fueron consiguiendo "derribar muros". Un año después, buena parte de las casas que sufrieron daños moderados ya han sido reparadas y la zona cero está lista para que comience su reconstrucción. A principios de mes se reabrió el perímetro que permanecía precintado desde la explosión, una vez concluidos los trabajos de desescombro y adaptación de las parcelas en las que se erigían 30 casas que aquel estallido destrozó por completo, además de dañar otras 411 de diversa consideración. En todo caso, los damnificados son conscientes de que queda "un largo trayecto" hasta reconstruir un espacio al que "poder llamar, de nuevo, hogar".

El reloj vuelve a contar las horas en Paramos